Liderazgo Ignaciano*
Entendemos por «Liderazgo ignaciano» a los principios y valores que configuraron a san Ignacio de Loyola como un hombre capaz de liderar, gobernar y dirigir una organización como la Compañía de Jesús. Que ha prosperado y cumplido con su misión durante cerca de 500 años, implicando a sus miembros de manera personal e inspirando transformaciones duraderas. Porque su carisma ofrece respuestas a los retos actuales y mueve a muchos a seguir sus prácticas en la búsqueda de acciones renovadoras de sus organizaciones y de su propia vida.
Ignacio contaba con habilidades propias de un líder: poseía motivaciones profundas que le proporcionaron gran energía, libertad interior, criterios personales para orientarse en las encrucijadas, energía para elegir, conocimiento de sí mismo y prudencia – discreción, la llamará él –, capacidad para movilizar a las personas, habilidad para acompañarlas en su crecimiento, confianza para delegar en ellas...
Pero lo ignaciano, ese adjetivo que hoy añadimos a este liderazgo le añade una insistencia en el autoconocimiento, con honestidad, sinceridad y lealtad, con verdad y sin autoengaños. Plantea una adecuada gestión de sentimientos y emociones, lo cual quiere decir que se han de saber identificar y comprender. Con ánimo de ser dueño de uno mismo, sin miedo a reconocer debilidades, cultivando lo positivo de uno, viviendo desde las emociones positivas, examinándose y centrándose con libertad interior en las cosas buenas. Busca vivir integradamente, dando sentido a la vida y entendiendo esta, y también el liderazgo no como una búsqueda de éxitos sino como un servicio.
Elemento importante del liderazgo ignaciano es el amor, que se va colando en las historias, en los acontecimientos y en las personas, que busca huecos donde seguir creando, engendrando vida. Un buen líder ignaciano genera espacios diversos en los que surge la esperanza y donde el sufrimiento no derrota; lugares en los que las personas se mantienen con dignidad, aún en situaciones de injusticia. Asimismo, en un buen líder ignaciano debe prevalecer la indiferencia, que es una invitación continua a ser libre de los apegos del corazón y de las amenazas exteriores, para servir sólo a Dios y a su causa. Otras características del líder ignaciano son: ser una persona agradecida, generosa; lúcida y cuidadosa de su libertad interior, buscando liberarse de miedos, apegos o imagen; protagonista y responsable, pero que se deja acompañar personal y grupalmente; humilde, que busca confirmaciones y que acepta que se puede equivocar, sin creerse infalible.
El liderazgo ignaciano se basa, en definitiva, en descubrir y colaborar con la corriente de amor que atraviesa la vida, consciente de que se expresa a través de personas y acontecimientos, y de que nos acerca a todos al horizonte de la fraternidad.
*(Fuentes varias y cuaderno liderazgo ignaciano. Provincia de Loyola, 2013)