Jesuitas España

Jesuitas y medicina: Transparentar a Dios entre los enfermos

Published: Mércores, 16 Decembro 2020

En un reciente post aludíamos a las fuentes históricas y espirituales que vinculan a la Compañía de Jesús con el ámbito de la medicina. El relato de esa relación es un campo fructífero, donde cada circunstancia y episodio nos habla de un tiempo pasado y nos ilumina el presente en muchos aspectos.

El ejercicio de la medicina en sentido estricto por parte de los jesuitas no fue posible hasta que en 1576 Gregorio XIII dio permiso a los miembros de la Compañía de Jesús para ejercer la medicina en aquellos lugares donde no hubiera un médico. El Papa levantaba así la prohibición de que lo sacerdotes ejercieran esta profesión, atendiendo a las peticiones que llegaban de misiones. A partir de entonces, los jesuitas ya no iban a limitarse a colaborar en los hospitales, sino que podrían fundarlos, crear farmacias e investigar sobre medicamentos. José de Anchieta fundaba el hospital de Río de Janeiro en 1582. El continente americano, donde las enfermedades llevadas por españoles y portugueses causaban estragos entre los indígenas, se convirtió en lugar de ensayo y progreso de los remedios jesuíticos.

En el ámbito farmacéutico los jesuitas combinaron los saberes de botánica europeos con los remedios ancestrales de los pueblos indígenas basados en plantas medicinales. Destacó la botica fundada en 1647 en el Colegio Máximo de San Miguel en Santiago de Chile, donde trabajaron jesuitas como José Zeitler. También en América, en el campo de la investigación, sobresalen en el siglo XVIII investigadores jesuitas de la Universidad de San Gregorio Magno en Quito. Cabe recordar que, ya un siglo antes, Athanasius Kircher había realizado investigaciones pioneras contra el virus, entre otros muchos ámbitos y disciplinas en las que destacó este jesuita alemán.

La asistencia a las víctimas durante las epidemias ha causado la muerte de numerosos jesuitas a lo largo de la historia. Recordábamos en nuestro anterior post algunos casos de santidad reconocida, pero no sería justo atribuir esos episodios únicamente a heroicidades individuales. Las crónicas de las epidemias europeas de los siglos XVI así lo atestiguan. En el s. XVIII, en el Nuevo Mundo, durante las pandemias, los jesuitas se destacaron por construir hospitales en los barrios más deprimidos donde recoger a los huérfanos y atender a los enfermos. En el s. XIX, en La Habana, muchos religiosos se pusieron en manos del médico Carlos J. Finlay para que les inoculara la fiebre amarilla en experimentos que buscaban resolver la transmisión de la enfermedad...

En un artículo del número de julio de la revista Manresa, el historiador jesuita Pedro Rodríguez López afirma que no es que los jesuitas no tuvieran miedo, pero fueron lo suficientemente valientes para convivir con el miedo y que este no fuera obstáculo para la misión. No solo eso; para los jesuitas, «hospitales, farmacias, investigaciones, acompañamiento y trabajo incansable cobran un sentido sacramental, con el que la Compañía transparenta su imagen de Dios». El hospital, y el ámbito sanitario en general, como lugar privilegiado para la misión.