Jesuitas España

Fallece Benedicto XVI

Argitaratua: Larunbata, 31 Abendua 2022

La Compañía de Jesús comparte en estos momentos la profunda tristeza de la Iglesia universal y de tantos hombres y mujeres de buena voluntad, ante la muerte del Papa emérito Benedicto XVI. Dolor inseparable de la esperanza cristiana en la resurrección y de la acción de gracias a Dios por su ministerio petrino, su sabiduría teológica y sus gestos de serenidad, humildad y profunda humanidad que culminaron en aquel del 11 de abril 2013, en la renuncia que llenó el mundo de la “sorpresa del Espíritu". Un gesto que ha iluminado a la Iglesia de nuestro tiempo con la luz de aquella libertad profética que le fue concedida y que se proyecta en su futuro. Una decisión que engrandeció su figura de Pastor al integrar la fragilidad en la evangelización, la sabiduría de la debilidad en la eficacia evangélica, al aceptar que “ya no tenía fuerzas para ejercer adecuadamente su ministerio". Fe lúcida y esperanzada en que el Señor guía a su Iglesia, que nadie es imprescindible ni suple al Espíritu.

La Compañía de Jesús recuerda con emoción y agradecimiento su discurso a la Congregación General 35, (21 febrero 2008) lleno de afecto, cercanía espiritual, leal y franco, nada protocolario. Habló a los jesuitas desde nuestra vocación y espiritualidad y nos llevó al corazón de la identidad ignaciana: discurrir por el mundo, fidelidad a la Iglesia, ir a las fronteras donde otros no van, “construir puentes de comprensión y diálogo con quienes no pertenecen a la Iglesia o encuentran dificultades a la hora de aceptar sus posiciones y mensajes". A la vez que nos recordaba la necesidad “de una intima comunión con Aquel que nos llama a ser sus discípulos y amigos".

Desde nuestra condición de consagrados surge espontáneo el agradecimiento por sus palabras y cercanía a la vida consagrada en sus años de pontificado; fueron frecuentes su gratitud y confianza hacia la presencia de los religiosos en la misión de la Iglesia en el mundo de nuestro tiempo y el recuerdo emocionado a los religiosos “que sufren por testimoniar el Evangelio". A él debemos una de las definiciones más bellas y profundas de nuestra identidad: “sois por vocación buscadores de Dios…apasionados buscadores y testigos de Dios; lo buscáis en los hombres y mujeres de nuestro tiempo, en los pobres, en la Iglesia, en la Eucaristía y en la Palabra…" (26 de noviembre de 2010).

Nuestra gratitud a un Papa que desde sus primeras palabras sin ningún programa preconcebido, sino “a la escucha de la Palabra y de la voluntad del Señor”, hasta sus años de paso vacilante y mirada transparente y universal, se ha esforzado en mostrar que nada debe anteponerse al bien de la Iglesia para que pueda anunciar con libertad al mundo la buena noticia de Jesucristo. Un anuncio al que ha dado un impulso notable para que sea una evangelización decididamente nueva. Ha conectado con los jóvenes, a los que alertó “que Cristo no quita nada y lo da todo” y les exhortaba a anunciarlo: “no guardéis a Cristo para vosotros mismos. Comunicad a los demás la alegría de vuestra fe.” Conectó con los intelectuales, con las aspiraciones de verdad de la humanidad, desplegando con claridad y sencillez lo nuclear de la fe cristiana.

Era muy consciente de la situación de emergencia de fe en que se encuentra nuestro mundo. Se propuso desde el inicio de su Pontificado hacer que la “Iglesia y en ella sus pastores se pongan en camino para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida y la vida en plenitud." (Homilía de inicio del Pontificado. 24 de abril de 2005). Y la puerta que introduce en la vida de comunión con Dios es “la puerta de la fe” que está siempre abierta para todos. En el año de la fe recordó la exigencia de redescubrir el camino de la fe para iluminar la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo. Y afirmaba que en este encuentro con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y no por una decisión ética, se comienza a ser cristiano (Cuaresma, 2013). Y encontrar en Él las respuestas para los grandes interrogantes de la humanidad: la respuesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón ante la ofensa, la victoria de la vida ante el vacío de la muerte. (11 de octubre de 2011).

Elías Royón, SJ