La formación del Jesuita V: el Magisterio
En la jerga jesuítica la palabra “maestrillo” se refiere al jesuita que se encuentra en la etapa de formación denominada Magisterio. El diminutivo podría inducir a pensar de manera despectiva en un “becario” del profesor jesuita y algo de verdad histórica queda en la actualidad, aunque poco. En realidad, por ser el primer destino apostólico del jesuita, su pasión, su interés y su humildad ayudan a que muchas personas quieran a la Compañía de Jesús por los maestrillos que tuvieron cerca en su infancia, adolescencia o juventud. Y, a su vez, muchos jesuitas disfrutan tanto de su magisterio que anhelan volver a él.
Después de estudiar Filosofía, y a veces algún estudio especial, el jesuita interrumpe su formación y es destinado durante dos años a trabajar en una obra de la Compañía, generalmente en su propia provincia, aunque también puede ser enviado al extranjero a obras apostólicas tan diversas como colegios, parroquias, campos de refugiados, ongs, centros sociales, o incluso la curia general.
Digamos que es su estreno en la vida apostólica y también en residir en una comunidad jesuita que no sea de formación, sino de misión. Es un adelanto de lo que será su futuro y de ahí el “ardor apostólico” de los maestrillos.
Es una etapa para que la Compañía de Jesús te conozca y para que el jesuita confirme su vocación en la pertenencia a esta orden. Su objetivo es contribuir a alcanzar una madurez religiosa y apostólica y a ello ayuda el que el jesuita tenga que asumir responsabilidades propias en su día a día. Se plantean preguntas, cuestionamientos y reformulaciones que sirven para confirmar su vocación y abrir el apetito a los estudios teológicos que le siguen. Se trata de poner en juego tanto lo aprendido y experimentado en los años anteriores como novicio y como estudiante, como la propia entrega personal, para seguir aprendiendo de Dios, de los compañeros jesuitas y de la gente con la que le toca trabajar.
El papa Francisco también fue maestrillo. En 1964, su semblante juvenil, a pesar de que ya peinaba veintisiete años, indujo a que sus alumnos del Colegio de la Inmaculada de Santa Fe (Argentina) llamaran “carucha” (cara de niño) al entonces Jorge Mario Bergoglio SJ.
(en la imagen superior, a la izquierda, el Hermano jesuita Jesús Sánchez Salcedo, quien falleció días después de la publicación de esta entrada, junto a Javier Bailén SJ, maestrillo)