Jesuitas España

Nuevos acentos

Argitaratua: Astelehena, 11 Maiatza 2020

Es pronto para hacer balance de los aprendizajes que nos deja la pandemia del Coronavirus. Aún luchamos para superar la crisis sanitaria, sin descartar además que hayamos lidiado tan solo con una primera ola de contagios que podrían volver tras el verano. En todo caso, sabemos ya que el desconfinamiento no significará el regreso a la normalidad anterior. Deberemos adaptarnos a las nuevas normas de salud pública, al tiempo que hacemos frente a una severa crisis económica.

Pero las consecuencias de esta experiencia global no pueden limitarse a sus efectos coyunturales. Tendrán también un impacto en nuestras aspiraciones personales y colectivas. Lo ocurrido es una oportunidad para que todos repensemos nuestras relaciones con Dios, con los demás y con la naturaleza. Sugiriendo las cambiantes circunstancias de nuestra misión, el provincial, Antonio España SJ, señalaba en una reciente carta que habremos de acometer una relectura tanto de las Preferencias Apostólicas Universales de la Compañía como del Proyecto Apostólico de la Provincia. Algunas primeras reflexiones, aún en elaboración, apuntan ya a determinados subrayados:

La pandemia es una experiencia de vulnerabilidad y debilidad que motiva en el ser humano la pregunta por el sentido último. Ante este desamparo existencial, surge con fuerza la cuestión de Dios. La primera de las preferencias apostólicas universales anunciadas por la Compañía de Jesús en febrero del año pasado nos invita a promover el discernimiento y a compartir el tesoro espiritual que suponen los Ejercicios. Es una preferencia que adquiere aún si cabe mayor relevancia, como oportunidad de proponer al mundo el descubrimiento fundamental de nuestras propias vidas: Jesucristo.

En segundo lugar, el Padre General, Arturo Sosa SJ, reflexionaba recientemente sobre el COVID-19 diciendo que «nos está mostrando que somos una sola humanidad». En contra de visiones parciales que también pueden intentar ganar crédito en el contexto de crisis, la pandemia ha demostrado que todas las personas, pueblos y culturas que enriquecen la diversidad humana forman parte de «la única, variada, rica e interdependiente humanidad». La necesidad de una gobernanza mundial ante problemas que requieren respuestas globales era ya sentida con gran urgencia debido a la crisis medioambiental, pero la pandemia ha generado una mayor conciencia de nuestra mutua interdependencia. Somos parte de una única familia humana.

Por último, en nuestro contexto social, el periodo de confinamiento ha puesto en primer plano la importancia del cuidado. Es algo que también destacaba el provincial de España en su carta. Nuestra sociedad ha dado prioridad al rendimiento, la efectividad y el logro económico, olvidando o posponiendo la centralidad que debe ocupar la dimensión humana del cuidado y las actividades correspondientes a ella. Nuestros objetivos como sociedad, nuestras formas de organizarnos y el ideal de progreso económico y social que definamos deberán incluir el importante aprendizaje que la crisis ha supuesto a este respecto.

Ninguna de estas preocupaciones era ajena a la visión que guiaba a la Compañía de Jesús antes del Coronavirus, pero adquieren ahora un nuevo ímpetu. Al tiempo, constituyen motivos para mirar al futuro con esperanza. Tras el sufrimiento, podemos contribuir desde nuestra especificidad a la construcción de un mundo que abra nuevas respuestas a estos interrogantes. En el documento sobre contemplación de la realidad que la Provincia de España aprobó en 2018 como base para su planificación apostólica se señalaba que una crisis es también un tiempo de oportunidad: en las crisis se producen cambios y en nuestras manos está hacer de ellas ocasión de crecimiento.