Jesuitas España

Espinal

Argitaratua: Osteguna, 30 Urtarrila 2020

Este 2020 se cumplen 40 años del asesinato en Bolivia de Lluís Espinal. Hombre dotado de una especial sensibilidad artística y poética, Espinal puso su labor periodística y cinematográfica al servicio de los más desfavorecidos, primero en España y luego en el país americano. Su voz fue la de un profeta decidido a anunciar la vida y el Dios de la vida ante la muerte que lo rodeaba. Su labor en diferentes ámbitos de la comunicación lo convierten en modelo de diálogo entre la fe y la cultura moderna. Su asesinato dejó un nuevo mártir en una época que se cobró ese mismo precio también en otros como Romero —asesinado solo dos días después— o Ellacuría.

Espinal nació en 1932 en el seno de una familia sencilla de Sant Fruitós de Bages, un pueblo cerca de Manresa. Tras ingresar en la Compañía y concluir su formación como sacerdote, se especializó en periodismo y ejerció la profesión en diferentes medios de comunicación en España, entre ellos Televisión Española. Firme en sus convicciones, dimitió y marchó a Bolivia cuando a finales de la década de 1960 sufrió la censura de uno de sus programas.

Latinoamérica se encontraba en plena efervescencia. Un mismo patrón se repetía en toda la región: países ricos en recursos naturales, controlados por minorías nacionales y extranjeras, sirviéndose de regímenes dictatoriales para someter a las mayorías. La Iglesia, acomodada hasta entonces en instancias de poder, también vivía un periodo de convulsión: el mismo año que Espinal llegaba a Bolivia, 1968, los obispos americanos reunidos en Medellín tomaban conciencia de la novedad que conllevaba el Concilio Vaticano II. Se percibía también el auge de la teología de la liberación. La Iglesia, a pesar de sus titubeos, era casi la única voz que se alzaba en defensa de los derechos humanos en Bolivia.

En ese contexto aterrizó Lluís Espinal, que no tardaría en nacionalizarse en su nueva patria. A partir de entonces lo llamarían Lucho. Durante la dictadura de Bánzer asistió a expresiones descarnadas de pobreza e injusticia, y decidió emplear sus propias herramientas para denunciarlas. A través de sus escritos, poemas, programas de televisión y guiones defendió los derechos humanos y se implicó en diversas causas y luchas de los sectores sociales oprimidos. Dirigía un semanario, daba clases en la universidad, publicaba libros y artículos, intervenía en programas de radio…  Vivía con otros jesuitas en un barrio popular de La Paz, en una comunidad de la que participaban otras personas (matrimonios y jóvenes), y que siempre estaba abierta a acoger a los perseguidos.

Espinal era un estorbo para quienes preparan el golpe que en julio de 1980 llevaría al poder a un nuevo dictador: el corrupto y autoritario Luís García Meza. La noche del 21 al 22 de marzo de 1980, un grupo paramilitar lo secuestró al salir de un cine. Lo torturaron en un matadero durante cuatro horas antes de acabar con su vida con 17 balazos.

Aquella noche Espinal entregó su vida por todas las causas que defendió. Pero su vida era ofrenda ya mucho antes, como él mismo expresó en uno de sus más recordados poemas:

Señor Jesucristo, nos da miedo gastar la vida.
Pero la vida Tú nos la has dado para gastarla;
no se la puede economizar en estéril egoísmo.
Gastar la vida es trabajar por los demás,
aunque no paguen;
hacer un favor al que no va a devolver;
gastar la vida es lanzarse aún al fracaso,
si hace falta, sin falsas prudencias;
es quemar las naves en bien del prójimo.
Somos antorchas que solo tenemos sentido
cuando nos quemamos;
solamente entonces seremos luz.