Ganamos todos

Los jesuitas han tenido siempre una presencia destacada en la Amazonia. En el pasado, el afán evangelizador forjó hombres de acción que contribuyeron decisivamente al conocimiento por parte del resto del mundo de aquellos territorios y pueblos, y dieron lugar a experiencias de inculturación que, teniendo en cuenta el contexto de dominación, causan hoy nuestra admiración.
En la actualidad, con una presencia local significativa, articulada en una red que atraviesa provincias, fronteras administrativas y apostolados, los jesuitas luchan por defender y promover la vida y la sostenibilidad en la Amazonia, en solidaridad con los más pobres y excluidos, y en particular con los pueblos indígenas. Un buen ejemplo de ese compromiso lo encontramos en la vida del onubense Carlos Riudavest SJ, que dedicó cuarenta años a la educación de las familias de las comunidades nativas de la región en el Perú, donde fue asesinado el verano pasado.
La Amazonia nos enfrenta al gran debate sobre el futuro de la humanidad y del planeta, donde se dirimen los modelos de desarrollo y sus perspectivas de esperanza. En la Amazonia se percibe de forma patente la inseparable relación entre las problemáticas globales de nuestro tiempo: lucha por el territorio, migración, concentración de la tierra, trabajo esclavo, tráfico de personas, narcotráfico, conflicto armado, megaproyectos hidroeléctricos, petroleros y mineros, tala de los bosques, explotación de las riquezas naturales, cambio climático… Al mismo tiempo, en la Amazonia reconocemos toda la potencialidad y esperanza que surgen de tantos esfuerzos por un mundo en el que se pueda vivir con dignidad. De ahí la importancia del Sínodo de la Amazonia convocado por el Papa Francisco para el próximo mes de octubre, que nos coloca también frente al reto de las nuevas necesidades pastorales —como la de los ministerios en contextos específicos—, que puede contribuir a dar un impulso al proceso de renovación en curso en toda la Iglesia.
El pasado mes de diciembre se reunieron en Manaos, Brasil, los jesuitas y laicos de la nueva Preferencia Amazónica de la Compañía de Jesús en aquel país. De cara al Sínodo subrayaron cuál puede ser una de las claves de este acontecimiento: es necesario que los pueblos indígenas ocupen el espacio y tomen la palabra. La preparación para el Sínodo está suponiendo un proceso participativo en el que, según datos de la REPAM (La Red Eclesial Pan Amazónica) han participado cerca del 40% de un total de 390 pueblos que existen en la Amazonia, abordando temas como la vida consagrada en la Amazonia, derechos humanos, pueblos indígenas, pueblos en aislamiento voluntario, universidades en la Amazonia...
Vivimos un tiempo de expectativa: el Sínodo de la Amazonia es ocasión de que los pueblos victimizados del mundo impulsen de forma profética la conversión de una Iglesia llamada a estar en la vanguardia de la humanidad ante sus retos sociales, medioambientales y espirituales. Así nos lo han dicho nuestros compañeros y compañeras reunidos en Manaos: cuando el protagonismo lo tienen los pueblos indígenas, ganamos todos.