Caserío del Hermano Gárate
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A pocos pasos de la casa torre de Loyola se encuentra el caserío Errekarte, donde nació el jesuita Francisco Gárate (1857-1929) el día de San Blas (3 de febrero) y cuya festividad celebramos el 10 de septiembre.
Cuarenta años ejerciendo de hermano portero en la universidad de Deusto desde la humildad y reconociendo el rostro de Jesús en cada persona que atendía, le otorgaron fama de santidad y fue reconocido beato en 1985.
Este antiquísimo caserío del siglo XVI estuvo desde sus orígenes vinculado al linaje de los Loyola. Es un bello ejemplo de construcción rural vasca rodeado de mones y a un tiro de piedra del río Urola. En su interior podemos rememorar cómo era la vida cotidiana en un caserío vasco del siglo XIX e imaginar cómo fue la infancia en el hogar de Gárate. En la visita se contemplan estancias de la parte baja como la cocina y las cuadras y las habitaciones del primer piso y desván donde se conserva la cuna del “hermano finuras” y una preciosa galería cubierta desde la que se contempla el precioso valle. En perfecto estado de restauración conserva el sabor y numerosas herramientas y objetos de la época.
En este caserío residió el hogar de los padres del beato, Francisco Gárate y María Bautista Aranguren, sencillos labriegos, que tuvieron siete hijos, de los que tres entraron en la Compañía de Jesús: Francisco, Ignacio y Domingo Andrés. En él se honraba a diario a la virgen con el rezo del rosario en familia, frecuentaban los sacramentos y acudían a misa y cultos de la parroquia y entre sus devociones destacaba el Vía Crucis y el Mes de María.
La instrucción religiosa que recibían en casa se completaba con la asistencia diaria a la enseñanza del catecismo, que a los niños de aquellos contornos daban los padres Jesuitas. Una de las devociones que Francisco heredó de sus padres y que arraigó fuertemente en su corazón, fue la devoción a San Ignacio de Loyola. Desde niño se distinguió entre sus propios hermanos en las tres virtudes que desarrolló de un modo admirable: el amor al trabajo, la humilde obediencia y el deseo de complacer y servir a todos. A los once años fue espectador apesadumbrado de la expulsión de los jesuitas de España. Y a los diecisiete, en 1874, es protagonista de un arriesgado viaje clandestino a través de la frontera para poder ingresar en el noviciciado que la Compañía de Jesús había instalado en Poyanne (Francia).
La sencillez, la bondad, la honradez, la actitud de servicio, el desinterés y su cercanía a los más necesitados, siguen siendo hoy ejemplo de la santidad de la vida ordinaria.
Conoce su biografía completa en este enlace.