Jesuitas España

Los jesuitas y “el arte del buen morir”*

Published: Venres, 28 Outubro 2022

Entre las muchas tareas de los jesuitas de los primeros siglos era importante el acompañamiento espiritual de enfermos agonizantes y de condenados a muerte. En las cercanías del día de los Fieles Difuntos (2 de noviembre), recordamos los manuales del “arte del buen morir” que empleaban para este ministerio.

La primera fuente de estos manuales la encontramos en las meditaciones de la muerte y del juicio de la primera semana de los Ejercicios Espirituales, que son una composición de lugar en la que se invita al ejercitante a imaginar el momento de su propio fallecimiento para revisar su propia vida.

Estos manuales solían hacer una desdramatización de la muerte, englobándola en una realidad superior que era la existencia. Se dirigían a aquellas personas que querían preparar su propia muerte y no únicamente cuando se encontraban próximas a ella, para que aprender a morir significara aprender a vivir adecuadamente.

El mismo Francisco de Borja SJ, duque de Gandía y tercer prepósito general de la Compañía fue autor de uno de estos textos (Algunos remedios para que los siervos de Dios no teman la muerte) donde hablaba de la muerte como recompensa y descanso de todo lo que se había vivido anteriormente y recomendaba una frecuente memoria de la muerte durante el transcurso de la vida, pues al hacerla cotidiana se eliminaba su carácter terrible.

Otro de los jesuitas de primera generación destacado fue Jerónimo Nadal SJ quien escribió unas Instrucciones para ayudar a los sacerdotes que trabajaban entre agonizantes. Obra clásica de este género es Regla y orden para ayudar a bien morir (1575) escrita por el que había sido el secretario de Ignacio de Loyola y sus sucesores, Juan de Polanco SJ. Y dentro de la misma línea argumental de Borja y Polanco, se encontraba otro de los pilares de la literatura jesuítica del “bien morir”, la obra del cardenal Roberto Bellarmino SJ publicada en Roma en 1620. Otros ejemplos son Partida para la eternidad, del jesuita Juan Eusebio Nierember que se dirigía a un público lector eminentemente culto y la de Francisco Arana (1736) que pudo ser uno de los últimos manuales de esta temática.

Los jesuitas no solo enseñaban a “bien morir” a través de sus manuales, sino formando a los miembros de las congregaciones de laicos de la Compañía de Jesús. Algunas de ellas se fueron especializando en tareas como ayudar a los moribundos en los hospitales, a los condenados en las cárceles, a acudir junto a los agonizantes en las calles, a entrar en los domicilios particulares o a asistir a los entierros. Ejemplo de ellas encontramos en varias congregaciones de la “Buena Muerte” vinculadas a iglesias jesuitas.

En estos días de Halloween, donde a menudo se banaliza la muerte, es bueno recordar que no solo la vida, sino también la buena muerte, ha sido considerada durante siglos todo un arte.

*Texto basado en el artículo “Los jesuitas: de las postrimerías a la muerte ejemplar”, del historiador Javier Burrieza Sánchez, en Hispania Sacra LXI, 124, julio-diciembre 2009