Jesuitas España

Junto a los privados de libertad

Published: Martes, 18 Febreiro 2020

La labor que los jesuitas realizan con la población penitenciaria arranca de los mismos orígenes de la Compañía y la ha acompañado siempre. El propio Ignacio fue objeto de ocho procesos y estuvo dos veces preso en 1527, primero en Alcalá y luego en Salamanca, aunque nunca llegó a ser condenado. Aquella experiencia influyó sin duda para que aconsejará después en repetidas veces que se atienda y visite a los presos como ministerio propio de la Compañía. Ya en la primera Fórmula del Instituto, aprobada por Julio III, se dice que «todo el que quiera militar para Dios bajo el estandarte de la cruz en nuestra Compañía…, se emplee en la pacificación de los desavenidos, el socorro de los presos en las cárceles y de los enfermos en los hospitales».

Desde el siglo XVI nos consta la presencia de jesuitas en las cárceles de Roma, Valencia, Sevilla, Génova, etc. Se atendía espiritual y materialmente a los presos, y en las iglesias de la Compañía se pedía limosna para pagar sus deudas y abreviar su permanencia en la cárcel. También se denunciaban las injusticias que se cometían con ellos. Un ejemplo es el de Pedro de León SJ (1545-1632), que acompañaba a los condenados en la cárcel de Sevilla y denunció en sus escritos los abusos de quienes ejercían el poder. A Pedro de León SJ le dolían los «piojos y la miseria» de los presos, y ese mismo dolor lo han compartido posteriormente otros muchos jesuitas en todo el mundo. También Pedro Arrupe SJ, que durante la tercera probación visitaba con entusiasmo a los presos de habla española en Estados Unidos, y que —como él mismo confesó— «de no tener una vocación tan clara y decidida para el Japón, desde hacía muchos años antes, es probable que (los privados de libertad) hubiesen constituido el campo apostólico de mi vida… Entre otras razones porque junto al dolor parece que está siempre el puesto del sacerdote».

Conviene una lectura pausada de los testimonios que recoge el último número de la revista Jesuitas, de un conjunto de jesuitas implicados en la pastoral penitenciaria y en la asistencia a presos en nuestro país. No son todos los que hay. Sus breves textos nos transmiten el sentido profundo de una misión en un contexto donde la necesidad de esperanza resulta clamorosa. En pocos lugares como en la cárcel puede la historia de resurrección de quien sufrió injusticia humana ser tan significativa.

En Mariano, Jesús, José María, Manolo, Isaac, Ramón y José Antonio descubrimos a personas que entregan acogida y aliento allí donde la sociedad ofrece ignorancia y exclusión. Y lo viven como un don, sin una sola palabra de queja, ni siquiera cansancio, conocedores de que cada vez que cruzan el umbral de un centro penitenciario o conviven con expresos en comunidad, se adentran en el terreno sagrado de los preferidos de Dios.