Fe y Alegría
La Congregación General 36, en su decreto 1, volvió a señalar la necesidad de trabajar en redes internacionales e intersectoriales para hacer frente a «la magnitud y la interconexión de los problemas que enfrentamos». Un buen modelo del que aprender lo encontramos dentro de la propia Compañía de Jesús. Fe y Alegría es un ejemplo de red efectiva, que aúna presencia y desarrollo local en contextos específicos, con misión, organización y proyectos a nivel internacional.
El origen de Fe y Alegría está en la «capacidad de soñar despierto» del P. José María Vélaz SJ, que a mediados de la década de 1950 visitaba con alumnos de la Universidad Católica de Caracas el barrio de Catia, en la periferia de la capital venezolana. Allí se convencieron de que la base de la pobreza de aquellas personas se encontraba en su falta de formación y decidieron crear una escuela. Fue un sueño que solo se hizo realidad gracias al compromiso y solidaridad de los propios vecinos: la primera aula de Fe y Alegría fue un local cedido por una familia de ocho hijos, la del albañil Abraham Reyes y su mujer Patricia, construida con los ahorros y esfuerzos de siete años.
De Caracas se expandieron pronto a suburbios de otras ciudades venezolanas, y tras cinco años de actividad, cuando ya contaban con 6.000 alumnos, tomaron el nombre «Fe y Alegría». A partir de 1964 dieron el salto a otros países de América: en los primeros años a Ecuador, Panamá, Perú, Bolivia y El Salvador; en la década de 1970 a Colombia, Nicaragua, Guatemala y Brasil… y más tarde a República Dominicana, Paraguay, Argentina, Honduras, Chile, Haití, Uruguay… ofreciendo en zonas rurales y áreas urbanas deprimidas educación preescolar, primaria secundaria, enseñanza técnica, enseñanza no formal… sabiendo aprovechar las posibilidades de medios de comunicación como la radio y haciendo de sus colegios el eje de múltiples servicios que han ayudado a los barrios a crecer y mejorar.
Hoy el proyecto llega a más de un millón y medio de personas en 22 países de América Latina, Europa y África. En este último continente Fe y Alegría es ya una realidad en Chad, República Democrática del Congo y Madagascar, y hay un progresivo acercamiento a países como Guinea, Kenia, Mozambique, Nigeria y Liberia... Hay también diálogos para entrar Camboya lo que supondría un primer paso en Asia. Esta expansión se lleva a cabo inculturando el movimiento, en coherencia con el carisma original, bajo liderazgos locales.
En España Fe y Alegría comienza de forma más institucional en el año 1985 cuando se funda Fe y Alegría España que posteriormente se convertirá en la actual Fundación Entreculturas. Desde esos años se convierte en parte clave de la misión internacional de la Compañía Española, y no sólo Entreculturas sino también Alboan trabajan de forma prioritaria con esta red educativa. Desde 1984, Fe y Alegría tiene forma legal de Federación Internacional compuesta por las Fe y Alegría nacionales. La Federación ha ido perfilando cada vez más la identidad de Fe y Alegría, favoreciendo la existencia de un firme carácter común compartido por toda la red. Su organización internacional les permite desarrollar programas en conjunto en ámbitos diversos que van desde la mejora de la calidad educativa hasta la incidencia en políticas públicas, proporcionando un importante valor añadido.
La Compañía ha ido creciendo también en su compromiso con el proyecto, integrando a la Federación y a las oficinas nacionales en la vida apostólica de las provincias. Pero el de Fe y Alegría es un esfuerzo muy compartido: la red está sostenida por más de 43 mil laicos y laicas, y cerca de novecientas religiosas y religiosos —de ellos un centenar son jesuitas—. En la inauguración del 47 Congreso Internacional, celebrado en septiembre en Madrid, el padre general Arturo Sosa SJ afirmaba que Fe y Alegría «es un signo palpable de la Iglesia como cuerpo y de cómo la identidad se construye colaborando en la única misión».
Una misión que va más allá de lo educativo, pues Fe y Alegría nunca pretendió ser una mera red de escuelas, sino un ejercicio de transformación de la sociedad a través de la educación. Ese es el compromiso que los responsables de Fe y Alegría han reafirmado ahora apostando por una educación para la «transformación personal y social», promoviendo la «ciudadanía global» que contribuya a construir «sociedades libres, democráticas, equitativas, promotoras de paz en las que la violencia no encuentre lugar». Para ello se han propuesto renovar procedimientos y formas de liderazgo a fin de fortalecer su trabajo en red. Es la manera de actualizar una misión que expresaba con pasión el P. José María Velaz: «Fe y Alegría comienza donde termina el asfalto. En el corazón de las barriadas, sus centros son testimonios de fe en la potencialidades de nuestro pueblo, e irradian la alegría del rescate social por la educación».
FOTOS: Txúo Rodríguez / Entreculturas © y Sergi Cámara / Entreculturas ©