La formación de los jesuitas: un itinerario con caminos diversos
La ordenación sacerdotal, este 17 de diciembre, del jesuita Alberto Núñez en la iglesia de Alberto Aguilera, es una buena ocasión para dar algunas pinceladas sobre la formación de los jesuitas. Ya desde tiempos de San Ignacio la formación ha sido muy personalizada en la Compañía de Jesús. Probablemente esto nacía de la misma experiencia de Ignacio. Los primeros compañeros que juntó en París tenían diferentes orígenes y edades. Y más tarde se fueron sumando otros, camino de Venecia. Todos hicieron itinerarios que, siendo comunes –pues reproducían muchos de los elementos de la historia del propio Ignacio en su búsqueda de Dios y en su aprendizaje de una espiritualidad- también eran diferentes (no era lo mismo la tranquila piedad de Fabro que el ímpetu rebelde de Javier, ni sería lo mismo en los siguientes años la sólida formación de Laínez o la temprana incorporación a la casa de Roma de Pedro Ribadeneira). Esta pluralidad, que se ve en los orígenes, ha sido una constante en la historia posterior de la Compañía de Jesús, hasta llegar al presente.
No se puede describir un itinerario estándar de formación. Hay algunas etapas comunes, sin duda. El noviciado es la puerta de entrada de cualquier aspirante a la vida religiosa en la Compañía de Jesús, y es la etapa (dos años) que le permite zambullirse en la espiritualidad de Ignacio a través del mes de ejercicios, en la Compañía de Jesús a través del estudio de Constituciones y otros documentos, en la experiencia de vida comunitaria al vivir, por primera vez, con otros, y en la mirada al mundo más herido –con la experiencia de hospitales como eco de aquella primera experiencia de los compañeros de Ignacio en Venecia-. Pero a partir del noviciado, que termina cuando el jesuita hace sus votos perpetuos, los caminos son diversos. Casi todos estudiamos algo de filosofía, pero no todos lo mismo. Hay, además, estudios especiales, que dependen de inquietudes, estudios previos y lo que la Compañía espere de cada persona. Por eso no es inusual encontrar jesuitas preparándose en disciplinas diversas como física, matemáticas, sociología, medicina, psicología o educación. Hay quien hará largos magisterios (no confundir con los estudios de magisterio; el maestrillo es, en la jerga jesuítica, el joven jesuita en una primera etapa de trabajo en una institución como parte de su formación). Entre esos maestrillos, los hay que trabajan en lugares más clásicos como son los colegios, y otros en diversos lugares que pueden ir desde un campo de refugiados a una ONG.
Después están los estudios de teología. Hay quien se prepara para la ordenación sacerdotal. No todos los jesuitas se ordenarán. Hay quien es llamado a vivir su vocación como hermano, y en consecuencia su formación no completará necesariamente los estudios eclesiásticos. La ordenación sacerdotal llega para muchos tras una larga etapa de formación, pero tampoco es su final, pues aún continuarán con la especialidad, y seguirán en formación durante sus primeros años de trabajo, hasta realizar la tercera probación.
Si encuentras a un jesuita no puedes dar por sentado que su formación ha seguido un itinerario concreto. Habrá muchos de los elementos descritos anteriormente, pero personalizados en función de las circunstancias de cada uno. De lo mayor o joven que haya entrado, de sus propias intuiciones y el camino concreto que sus superiores hayan trazado en el diálogo con él. Lo que no deberá faltar, al final, es el haber interiorizado la espiritualidad ignaciana y en concreto una forma de responsabilidad y liderazgo que hagan que se convierta en fuego que encienda otros fuegos. Aunque con toda la fragilidad y la limitación de hombres con pies de barro. AMDG.