El decálogo javierino
1. Javier inspira
Al llegar la fiesta san Francisco Javier, 3 de diciembre, hacemos un alto en el camino para aprovecharnos de lo que esta persona nos inspira. Vida acompañada de palabra. Mensajes con hechos. Coherencia. Buscar con pasión a Dios y su voluntad. Dar la vida gratis. Es el Goencho Saib (“Señor de Goa”, en el idioma konkani), reverenciado cariñosamente por cristianos, musulmanes e hindúes. Una fuerza que une, un santo que trabajó por el bienestar de todos, trascendiendo los límites religiosos.
2. Javier obedece
Su familia, líderes en Navarra, pierde la guerra y le asigna un rol: prepararse para un buen puesto. Con 19 años parte a París a estudiar (1525). Está allí once años. Estudia artes, es magister, se convierte en un brillante profesor universitario de humanidades. Pero Iñigo de Loyola le anima a dejarlo. Comienza con teología. Va con nuevos compañeros a Italia. Posteriormente le piden ir a India (1539). Una vez allí, en Goa, le solicitan predicar al sur del subcontinente (1542). Hace lo que otros le dicen.
3. Javier se juega la vida
Al sur de India bautiza a decenas de miles. Dialoga con brahmanes. Traduce materiales pastorales al tamil y forma catequistas. Por defender a cientos de cristianos asesinados, se juega el tipo. Le queman su choza varias veces. Diplomacia y reconciliación: logra que se haga la paz entre unos reyes y otros.
4. Javier reza y escribe
Profundiza en la vida. Madruga muchísimo para orar y dialogar con Dios sobre lo que va haciendo. Sentir la confirmación de Dios es la prueba del algodón del discernimiento. Nadie le para: motivación desde la oración. Escribe y da instrucciones. Enseña a rezar, a ser jesuita, a vivir la fe, a perseverar en los compromisos, siguiendo los métodos de su amigo Ignacio de Loyola. Pide ayudas y organiza misiones. Sus cartas son todavía un pozo de sabiduría por descubrir.
5. Javier visita presos y enfermos
Tiene un ritmo de vida muy exigente. En distintos países, está con unos y con otros, hombres y mujeres, esclavos y esclavas, presos y enfermos, portugueses y nativos, mandamases y personas sencillas. Pide a los jesuitas que hagan lo mismo. Que aprendan de la gente, de los libros vivos, no solo de los libros muertos (los de papel).
6. Javier lidera
Llega un momento en que no tiene a nadie a quien obedecer. Casi ninguna carta desde Roma o Lisboa. Él es el nuncio apostólico de su santidad y ha de tomar determinaciones. Aprende de la soledad y de la desolación. Así lidera. Decide ir todavía más hacia el oriente: la actual Indonesia le espera (1545). Muchos musulmanes y personas de sectas. Potencia parroquias y centros de misión con nuevos jesuitas. Traducciones al malayo. Algunas islas son arriesgadísimas.
7. Javier da la cara ante el rey
El rey de Portugal es su jefe, porque las misiones en Asia dependen organizativamente de él. Le pide ayuda, le consuela y, si hace falta, le canta las cuarenta. Sus funcionarios no son ejemplo, impiden la evangelización. Hacen la vida imposible a los conversos, con exigencias exageradas.
8. Javier se entera de que Japón existe
Nadie lo sabía antes en Europa. A pesar de los piratas y de los peligrosísimos mares, quiere ir (1549). El miedo y la sensación de riesgo le hace sentir a Dios como nunca antes, ni en el mes de ejercicios en París. Tiene fracasos y éxitos. Estudia a los budistas. Ve mucho futuro. Traduce materiales. Quiere volver. Gran diplomático: el primer nativo japonés que pisa Europa es un enviado de Javier.
9. Javier quiere ir él mismo
Le hacen provincial (en 1549, pero se entera en diciembre de 1551, a la vuelta de Japón). Esto es una gran responsabilidad, ante todos los compañeros e instituciones de India y resto de Asia. En vez de volver a Japón, quiere ir a China. Es listo: capta que es el centro cultural de Asia. Si China se convierte, todos irán detrás. En Goa le dicen los suyos y otros religiosos que no, que vaya otro. Javier nombra un viceprovincial, y un viceprovincial suplente, y él se va para dos-tres años, de India hacia China (abril de 1552). Quiere iniciar los caminos personalmente. Ver él los sitios de misión. Y, luego, enviar a otros. Siempre hace eso.
10. Javier confía
Al final se muere. Claro, como todos. Pero muere joven. Ha hecho ya muchos esfuerzos. Varias veces, en otros lugares, vive semanas o meses enfermo (Italia, África, Asia…). Esta vez, a las puertas de China, es la definitiva (diciembre de 1552). Una vida entregada y desgastada. Nace un mito, una leyenda, un santo. El nuevo san Pablo. Es el jesuita más famoso.
José M. Guibert, SJ