Jesuitas España

31 de julio: la narración de la muerte de San Ignacio

Publicado: Domingo, 30 Julio 2023

El 31 de julio celebramos la festividad de San Ignacio de Loyola pues fue ese día del calendario del año 1556 cuando falleció el fundador de la Compañía de Jesús. Llevaba un tiempo enfermo, pero nada hacía presagiar su muerte, al menos para sus compañeros y su médico, aunque él sí la intuyó. Esto hizo que falleciera sin haber recibido los últimos sacramentos y sin haber comulgado. Al menos, la bendición papal que había pedido a su secretario personal Polanco llegó a tiempo. Así fueron sus últimos días y horas:

El 11 de junio, Ignacio empezó a sentirse más débil. Delegó sus poderes en dos padres de la orden, uno de ellos su secretario Polanco, y se retiró a una casita, situada en el Aventino. Pero continuó debilitándose y el 24 de julio volvió a la Strada, a la casa de la Compañía. Permanece encerrado en su habitación y a menudo tiene que renunciar a decir la misa. Sus compañeros no se preocupan. Hace tiempo que el fundador está enfermo y debilitado. En cambio, Ignacio sí ha visto que se acerca el final de su vida. El 29 de julio le pide a Polanco que llame a los médicos y que, a continuación, vaya al Vaticano para solicitar la bendición del Papa tanto para él como para Diego Laínez –que estaba en la casa, también enfermo. Así lo narra el mismo Polanco en la carta que escribe a la Compañía tras el fallecimiento de Ignacio:

El jueves siguiente [30 de julio] me hace llamar, después de las 20 horas y haciendo salir de la cámara el enfermero, me dice que sería bien que yo fuese a San Pedro y procurase hacer saber a su Santidad, cómo él estaba muy al cabo, y sin esperanza o cuasi sin esperanza de vida temporal; y que húmilmente suplicaba a Su Santidad le diese su bendición a él, y al Maestro Laýnez, que también estaba en peligro. Y que si Dios nuestro Señor les hiciese gracia de llevarles al cielo, que allá rogarían por Su Santidad, como lo hacían en la tierra cada día.

                Yo repliqué: «Padre, los médicos no entienden que haya peligro en esta enfermedad de V. R.; y yo para mí espero que Dios nos ha de conservar a V.R. algunos años para su servicio. ¿Tanto mal se siente V. R. como esto?» . Díceme: «yo estoy que no me falta sino expirar» o una cosa deste sentido.

Aunque Ignacio le ha dicho que se siente a punto de morir, Polanco no parece estar convencido de la inminencia del fin tras consultar con el doctor Petronio y decide retrasar la visita al Papa para el día siguiente pues todavía tenía que escribir algunas cartas que debían salir pronto, con el correo para España.

                Al amanecer, Ignacio agoniza. Se envía un emisario en busca de su confesor, Pedro Riera, que resulta ilocalizable. Consternado, como fácilmente puede imaginarse, Polanco se llega al Vaticano al despuntar el día. A pesar de lo intempestivo de la hora, es recibido inmediatamente por el Papa, que le concede la bendición solicitada para el fundador.

      La mañana al salir el sol, hallamos el Padre in extremis; y así yo fui con priesa a San Pedro, y el Papa, mostrando dolerse mucho, dio su bendición y todo cuanto podía dar, amorosamente. Y así, antes de dos horas de sol, estando presentes el P. doctor Madrid y el Maestro Andreas de Frusi dio el ánima a su Criador y Señor, sin dificultad ninguna.

 

                Ignacio de Loyola se vuelve hacia la pared, y su vida se apaga. No había podido bendecir a sus hermanos ni designar a su sucesor. Era viernes, alrededor de las cinco y media de la mañana, Ignacio tenía 63 años.

Su cuerpo fue vaciado y embalsamado y sepultado en iglesia de Nuestra Señora de la Strada. El P. Laínez, recuperado de su enfermedad, fue elegido vicario general hasta que la Congregación General eligiera un nuevo prepósito, siguiendo lo indicado en las Constituciones de la Compañía.

 

Fuentes: Vida de Ignacio de Loyola de Juan Alfonso de Polanco (Mensajero/Salterrae/Comillas, 2021)
Iñigo. Una semblanza de François Sureau (Mensajero/Salterrae, 2012)