Experiencias para ir a más

Querer vivir con intensidad es un deseo natural cuando eres joven. De hecho, ese afán, si acierta a orientarse, es una de las fuerzas transformadoras más poderosas para la persona y para el mundo. Claro que, para que esto ocurra, a veces son necesarias decisiones conscientes del propio protagonista, evitando dejarse llevar por la corriente. Ya se sabe que madurar significa tener que elegir: tomar unas opciones y dejar otras.
En verano uno puede vivir experiencias de todo tipo. Algunas de ellas se parecen a productos de consumo que, a lo sumo, se acumulan en el bagaje personal de las hazañas de las que vanagloriarse en redes sociales. Sin embargo, todos atesoramos en nuestra historia personal experiencias que constituyen hitos que contribuyeron a conformarnos tal como somos. Esas vivencias ―ya sean de nuestra época de juventud o posteriores― no solo perduran en la memoria como recuerdos singulares, sino que son, de alguna manera, la arcilla de la que estamos hechos.
Las experiencias MAG+S de pastoral ignaciana son un ambicioso proyecto que coordina decenas de propuestas de verano abiertas a participantes de entre 18 y 30 años de cualquier lugar de España. Participan en total casi 400 jóvenes, aunque las solicitudes son muchas más. Las hay de muy diversa clase ―peregrinaciones, trabajo social, migraciones, formación, arte y teatro, interculturalidad, espiritualidad, etc.―, pero todas comparten tres dinámicas interrelacionadas: salir al mundo, seguir a Jesús y servir a los demás. Desarrollando estos tres aspectos, las experiencias responden a un rasgo inconfundible del espíritu ignaciano: el «magis», entendido como invitación a tomar la iniciativa para «ir a más», sin instalarse en el conformismo, a fin de buscar siempre el bien mayor en una historia compartida, en medio del mundo que Dios habita.
Uno puede decidir entre muchas opciones para disfrutar del tiempo libre que le brinda el verano. Además, no podemos saber de antemano dónde nos esperan los acontecimientos que dejarán una huella imborrable en nuestras vidas, porque es algo que no depende de nuestra voluntad. Y, sin embargo, hay sendas que multiplican las probabilidades de que eso ocurra.